En los años siguientes a la consolidación del Reich alemán (1871), las autoridades del nuevo estado, debido a la modificación de fronteras, se vieron en la necesidad de pertrechar de nuevo su ejército, principalmente al que estaba afincado en Prusia, Sajonia y Wuttemberg. La renovación fue total, e incluía desde uniformes hasta armas.
Por entonces Alemania acababa de salir de dos conflictos armados: la Guerra de las Siete Semanas con Austria (1866), y la Franco-Prusiana (1870-71). En ellas había quedado patente la necesidad de suplantación de sus armas cortas de ordenanza todavía de avancarga, sistema abandonado por el resto de los países europeos hacía casi 20 años al haber dotando a sus ejércitos con modernos revólveres.
Para la sustitución se creo al efecto una comisión que probó los revólveres adoptados por otros países, pero ninguno les satisfizo así que optaron por fabricar uno totalmente nacional.
La causa de esta insatisfacción fue debida a que en el pliego de condiciones se exigía, entre otras, que el arma no podía ser de carga y extracción múltiple, sino que dicha operación debía realizarse bala a bala.
Esta enorme incongruencia -en toda Europa, se había dado una importancia primordial a la velocidad de carga en la adopción de sus armas- venía dada por que se consideraba un error que un arma corta contara con un alto poder de fuego, pues se prestaba al derroche innecesario de munición, y los miembros de la comisión, todos ellos de la vieja escuela prusiana, todavía opinaban que las guerras se ganaban sólo con el fusil, el sable y una enorme dosis de disciplina.
Así nos lo cuenta Ian Hogg en su libro Revólveres y Pistolas Alemanas: ... ya que la Comisión, consideraba que el deber de los Oficiales era el de supervisar la actitud de sus soldados durante la batalla, sin tomar parte directamente en la misma. Sin embargo, siempre en caso extremo, concedían que el revólver podía ser usado para uno o dos disparos desesperados.
Algunos autores también opinan que esta condición fue establecida debido a que por entonces los oficiales de infantería iban a caballo, y que se consideró que seis disparos eran más que suficientes para un oficial, pues éste ya estaba armado con el sable, dejando el revólver para casos de extrema urgencia. Además -aducen-, debido al movimiento producido por el galope del caballo, sería casi imposible la recarga del arma, fuera cual fuera su sistema de extracción.
Fue en 1879, cuando la comisión se decantó por fin por este revólver fabricado en Alemania, de ahí su denominación oficial Reichsrevolver 1879.
Su estética no es la más afortunada, pero es muy robusto, y su sistema de simple acción y carga individual, sin duda satisfacían los gustos de la comisión en materia de economizar munición.
En su lado izquierdo, lleva un seguro que se acciona por medio de una palanca de dos posiciones, siendo el único revólver de ordenanza que contaba con esta característica.
Pocos años después de su adopción, se construyó otro de las mismas características para dotar a los oficiales de más rango. Sus diferencias más notables eran su tamaño más reducido y su sistema de doble acción.
No se conoce exactamente el número de estos revólveres que se llegaron a construir, pues fueron varias las fábricas que lo elaboraron y muchas de ellas fueron destruidas por los bombarderos aliados durante la II Guerra Mundial. Lo que si se sabe es que su producción continuó hasta el año 1945.
El arma de esta colección, lleva los punzones de la fábrica F.V. Dreyse, situada en la localidad alemana de Sommerda, y que fue fundada por Johan Niklaus von Dreyse a mediados del siglo XIX. Su producción de estos revólveres se encuadra entre 1892 y 1895, bajo la supervisión de Franz von Dreyse, hijo de Johan Niklaus fallecido en 1894.
En 1908, al declararse reglamentaria la pistola Luger P-08, uno se puede imaginar las caras de los oficiales cuando vieron esta pistola por vez primera, ya que el salto evolucionista y estético es impresionante entre ambas.
Durante la I G.M. todavía compartieron trincheras y durante la II G.M. formó parte del armamento de las Volksturm -Tropas del Pueblo-, formadas en su mayoría por niños y ancianos.
Su vida activa fue de 66 años -de 1879 a 1945-, y teniendo en cuenta que sólo una década después de ser declarado reglamentario se le podía considerar obsoleto, su larga supervivencia nos da fe de su robustez.