J.M. Firearms Collection

COLT POCKET Colección de Jesús Madriñán

Datos técnicos
Samuel Colt New York USA
Cuba
1850 - 1873
Percusión
150 mm.
680 gr.
Nogal
Estriada
Las versión más pequeña del Colt Patersons, el “Baby Patersons” usaba calibres que iban del .24 al .31. Con ellos Colt entró en el mercado civil en contra de su política comercial, que siempre dirigía sus diseños hacia los suculentos contratos del Ejército. Estos fueron evolucionando hasta que se convirtieron en los embriones del primer revolver Pocket y que los coleccionistas conocemos con el nombre de “Colt Pocket Model 1849”, que sería una versión reducida del famoso Colt Navy de 1851.

Así fue, en 1849, tras experimentar para reducir el tamaño de sus revólveres, la fábrica Colt consiguió una aleación de acero más fuerte para el armazón del Colt Navy, logrando así tambores con mayor diámetro y que resistían cartuchos más potentes. La Colt aplicó la misma tecnología a los revólveres del calibre .31 naciendo así el Colt Pocket Model 1849 de 5 recámaras.

Los primeros modelos Pocket venían sin las palancas de carga y con longitudes de cañón que iban de 3 a 6 pulgadas.

Se dice que los Pocket eran muy populares entre los oficiales durante la guerra civil, pero que no contaban con ellos como armas de combate sino para defenderse de los cirujanos militares de “sierra fácil” que ante cualquier herida, optaban por amputar.

Richard Francis Burton, cónsul británico, explorador y orientalista, se hizo famoso por sus exploraciones en Asia y África. Era un devoto de los revólveres Colt y siempre llevaba una selección de ellos en sus viajes, incluyendo los que hizo a Somalia y Etiopía en 1865. Con respecto al Colt Pocket hacía la siguiente reflexión en uno de sus diarios durante una expedición a África:

"Mis revólveres levantan bastante expectación, aunque los indígenas no se atreven a tocarlos. El más grande, que cuenta con un culatín, se ha convertido en una excelente carabina e inmediatamente lo denominaron el “Shaytan”, o el diablo. En cambio, el Colt Pocket llegó a ser el “Malunah”, o el maldito, por la distancia a que es capaz de impactar su bala”.

El éxito del Colt Pocket fue considerable; se llegaron a producir 325.000 unidades a pesar del poco tiempo que estuvo en producción. En 1861 estalló la Guerra de Secesión Americana y la fábrica se volcó en los contratos del ejército que incluían revólveres de mayor calibre y, sobre todo, por el incendio que destruyó el complejo Colt en 1862, justo en medio de la guerra.

El ejército español también sucumbió a los encantos de este Colt, como demuestra el hecho de que el ejército de Ultramar destinado en Cuba tuvo el privilegio de ser el primero en contar en su dotación reglamentaria con un arma corta de repetición. La Orden de la Capitanía General de la Isla de Cuba de fecha 11 de mayo de 1855, disponía que fueran armados con revólveres Colt todos los oficiales de los batallones de Cazadores, así como los de las demás compañías destinadas en la isla.

Oficialmente se le llamó Revólver Colt para la Oficialidad, y correspondía con el Modelo Pocket que la fábrica Colt había sacado en 1849.

Se entregaba en un estuche que contenía la polvera, el medidor, la turquesa, y todos los útiles necesarios para su mantenimiento y limpieza. Su precio en la isla ascendía entonces a 325 reales de vellón.

Si bien su uso se limitó sólo al Cuerpo de Ultramar, en la península algunos oficiales optaron también por él como arma personal; así por ejemplo, el general Prim lo usó en la Campaña de África de 1859-60 en vez de los revólveres Adams y Lefaucheux reglamentarios entonces. Dicho revólver se encuentra hoy en la colección del Museo del Ejército.

La carga del arma se podía hacer de dos maneras: la tradicional, debiendo medir la pólvora, introducir esta en cada una de las recámaras así como el calepino, la bala lubricada y una vez hecho todo esto, atacar la carga con la baqueta y finalmente poner el pistón, y una más moderna donde se utilizaban cartuchos. Un proceso mucho más rápido que el tradicional.

Estos no eran tal como los entendemos ahora. Fueron diseñados para facilitar la carga de los revólveres y rifles de avancarga. Consisten en un simple cucurucho de papel que contiene la pólvora y está cerrado por un extremo con la bala. La carga del arma se limita a introducir el cartucho en la recámara y el pistón en la chimenea. Se puede ver uno de estos cartuchos en la sección de Fotos Históricas.

El papel era necesariamente fino para dejar pasar la llama del pistón, pero tenía el problema de que era frágil y absorbía la humedad. La solución a este problema fue patentada por William Mont Storm. Consistía en crear la vaina combustible con un trozo de intestino de animal. Exactamente igual que un chorizo. El sistema, por sorprendente que parezca, daba muy buen resultado, pues la tripa es más y fuerte que el papel.

Datos técnicos
Samuel Colt New York USA
Cuba
1850 - 1873
Percusión
150 mm.
680 gr.
Nogal
Estriada
Samuel Colt (1814-1862) está considerado como uno de los armeros más importantes de la historia de las armas. Nació en la ciudad de Hartford, Estados Unidos, y se le considera como el padre del revólver hasta el punto de que la palabra Colt es sinónimo de revólver.

Su apellido Colt, que traducido al castellano significa potro, fue el responsable de que el caballo rampante sea el logotipo oficial de la fábrica.

La consideración de que él fue el inventor no se ciñe a la realidad, pues mucho antes que Colt naciera ya existí­an armas de cilindro con varias recámaras. Algunas de ellas se remontan al siglo XVI, pero éstas se hicieron en muy pequeñas cantidades, siendo la mayorí­a prototipos o armas fabricadas por encargo. Lo que si es cierto es que él fue el que primero las fabricó en serie Henry Barmard fue el primer biógrafo de Samuel Colt, y en su libro se puede leer: ...en un brillante dí­a de primavera del año 1821, Samuel, que sólo contaba por entonces con 7 años, salió de excursión al campo con su familia y un grupo de amigos. Finalizado el almuerzo, se ausentó sin dar aviso a nadie, y ante su dilatada tardanza, todos emprendieron preocupados su búsqueda. Cuando al fin lo encontraron, estaba sentado bajo un árbol y en su mano habí­a una culata de pistola. A su alrededor descansaban colocadas de manera ordenada todas las piezas de la misma y estaba procediendo a montarla de nuevo.

No tuvo una infancia afortunada. Su madre falleció cuando tení­a 6 años, y su padre, hombre que al contrario que a su hijo nunca le sonrieron los negocios, se vio obligado a cuidar él solo de sus seis hijos. Samuel llegó a estudiar lo que hoy serí­a el equivalente al preescolar, pero su verdadera escuela la encontró en la farmacia de su padre, en donde aprendió, además del valor del dinero, lo que significa la confianza y las relaciones públicas.

Era una persona muy inquieta e inteligente. A los 10 años intentó fabricar un fusil de 4 cañones rayados, lo que por lógica resultó un rotundo fracaso.

Es famosa una anécdota que ocurrió el 4 de julio de 1829 en su pueblo. Contaba con 14 años y ya habí­a inventado una mina submarina.

Por medio de panfletos que él personalmente se dedicó a pegar por todos los árboles de la ciudad, anunció a bombo y platillo su invento, convocando a todos sus vecinos para que después del sermón del domingo asistieran al estanque de la plaza central y pudieran
comprobar así­ la efectividad del mismo. Hay que decir que éstos ya estaban sobreaviso de las excentricidades del rapaz, por lo que la noticia despertó mucha curiosidad.

Para la ocasión, habí­a atado la bomba a una piedra para que permaneciera en el embarrado fondo del estanque y, en la superficie colocó flotando una casamata de madera que deberí­a volar por los aires cuando Samuel accionara el dispositivo de ignición.

El invento funcionó, pero no faltó el imprevisto que sellaba siempre sus experimentos. Cuando llegó el momento y con todos los vecinos como testigos, el viento hizo que la casamata se desplazara de su inicial ubicación. La explosión fue enorme y desparramó el barro acumulado en el fondo del estanque en todas direcciones, quedando los vecinos cual figuras de chocolate y el pueblo convertido en un auténtico lodazal. Eso si, la casamata quedó intacta.

Los vecinos, para vengarse de aquel mocoso que durante tantos años les habí­a estado dando continuos sobresaltos, le ataron una piedra a una pierna para que fuera a parar al fondo del mismo estanque, pero afortunadamente Samuel fue salvado de la ira de la multitud por un hombre joven y comprensivo que años más tarde tendrí­a una gran importancia en su vida: el ingeniero Elisha K. Root.

Su padre, para alejarle de la animadversión creada en el pueblo contra su hijo, decidió matricularlo en la Academia Militar de Amherst donde, poco tiempo después casi consigue quemar parte de la escuela con otro nuevo experimento por lo que fue inmediatamente expulsado.

Fue entonces cuando su progenitor decidió tomar una determinación para hacer entrar a su hijo en razón. Así­, cuando cumplió los 16 años lo enroló como grumete en un barco llamado Corvo que hací­a la ruta a La India y donde pasó los años 1830 y 1831. Allí­, fue donde por primera vez surgió en su cabeza la idea del revólver, llegando a tallar uno en madera durante sus horas muertas.

Algunos historiadores defienden la tesis de que dicha idea le surgió al ver girar las enormes palas de las ruedas de los barcos de vapor, mientras que otros dicen que fue al contemplar como los enormes timones de los buques eran fijados a una de sus cabillas para
mantener constante una dirección, de la misma manera que harí­a después para mantener fija una de las recámaras del revólver frente al cañón.

Al volver a casa comentó su idea con su padre, Chistopher Colt y con Henry Ellsworth, que además de gran amigo de la familia era el comisionado en su pueblo de la oficina de patentes de los Estados Unidos.

Ambos contaban con avanzados conocimientos de mecánica y acogieron con entusiasmo su idea, animándolo a perfeccionarla y aconsejándole que la patentase.

Pero Samuel, a pesar de lo ahorrado cuando estuvo embarcado, no contaba con el capital suficiente, por lo que decidió trabajar en algo con lo que ganara lo bastante para poder patentarlo. Así­, con 18 años se compró dos caballos de tiro y una humilde carreta, se hizo llamar "Doctor Coult de Calcuta" y se dedicó al oficio de vendedor ambulante, más conocido popularmente por el de "charlatán". Recorrió durante 3 años Canadá y los Estados Unidos, vendiendo un potingue que, según decí­a, "curaba a los enfermos y prolongaba la vida de los sanos". Lo debí­a de hacer de maravilla pues en una ocasión, el "Doctor Coult" fue requerido urgentemente por las autoridades de un pueblo ribereño para paliar un brote de cólera que, supuestamente, habí­a surgido en un barco fluvial del Mississipi.

Según nos cuenta en sus memorias, este trabajo fue decisivo en su futuro, ya que le enseñó a agudizar su oratoria y su don de gentes que, a la postre, junto con su ingenio, fueron los pilares de su imperio.

Fue el primer armero que consiguió la elaboración completa de armas a gran escala, pues hasta la fecha casi todos se especializaban en partes concretas del arma que, una vez terminadas, se llevaban a un centro de ensamblamiento de donde salí­an para sus puntos de venta. Debido a esto, la firma Colt basó su publicidad en la fabricación en serie y la intercambiabilidad de todas sus piezas en un mismo modelo, así­ como en la calidad de sus armas.

Abrió su primer taller en su ciudad natal, en la calle Main Street del East Side, donde hoy en dí­a se puede visitar su colección privada. A la temprana edad de 21 años fundó The Colt Patent Arms Manufacturing Company, y registró su primera patente en Inglaterra con el número 6.909, el 22 de octubre de 1835, pues en aquella época las patentes allí­ registradas valí­an a la vez para Inglaterra, Francia y los propios Estados Unidos. De todos modos también la registró en América con el número 9.430-X el dí­a 25 de febrero de 1836. Lo esencial de esta patente consistí­a en un mecanismo que hací­a girar el tambor al armar el martillo, mientras que los de sus competidores habí­a que girarlos manualmente.

Su patente expiró a finales de 1856, y los demás fabricantes se lanzaron a producir copias de los revólveres Colt, sobre todo de los modelos Pocket y Navy que eran los que disfrutaban de más popularidad. Era tal su fama que algunas fábricas se erigieron con el único afán de copiar sus modelos. La mayorí­a duraron muy poco, ya que su calidad se alejaba enormemente de la de los originales.

Durante los años siguientes, Colt continuó trabajando tratando de interesar a funcionarios del Gobierno, militares y particulares, sobre las bondades de su revólver. Paralelamente desarrolló otros inventos, como su sistema de minas submarinas para protección de puertos, y su cable submarino para conducir electricidad y señales telegráficas, llegándose a asociar nada menos que con Morse, el
padre de la telegrafí­a.

Durante la Guerra de Secesión Americana, al estar la fábrica Colt en territorio de la Unión, los Confederados no pudieron acceder a los originales, por lo que produjeron sus propios modelos Navy 1851 que se les conoce con el nombre de REBEL. Éstos fueron fabricados en la ciudad de Griswoldville en Georgia por dos empresas sureñas que pagaron por el permiso de fabricación 300 dólares oro a la firma
Colt.

Usado por la caballerí­a del Ejército Confederado, la urgencia de armar a sus hombres hizo que los primeros modelos se fabricaran fundiendo la campana de la iglesia de Macon, de ahí­ su nombre RE-BEL -revolver-campana-. Se diferencia del Colt Navy original en que el cañón es redondo en vez de octogonal. El revolver Rebel es una de las piezas más cotizadas por los coleccionistas de todo el mundo.

En Inglaterra, expuso sus productos en la Gran Exposición Universal celebrada en el Palacio de Cristal de Hyde Park de Londres, presentando como novedad el Colt Navy Modelo 1851. El arma logró tal éxito que Colt se animó a abrir una sucursal de su fábrica en el mismo Londres, inaugurándola el 1 de enero de 1853.

Al contrario de lo que habí­a ocurrido en América, sus productos no despertaron tanta admiración entre la oficialidad como entre la población civil, por lo que en ví­speras de la guerra de Crimea, Samuel Colt se decidió por hacer una gira por las principales capitales europeas para promocionar sus armas, llegando hasta Constantinopla con la esperanza de poder conseguir pedidos militares.

Guiado siempre por su don de gentes y de su indiscutible instinto comercial, tampoco tení­a reparos para recurrir a cualquier estratagema con el fin de obtener un pedido. Filtraba por medio de terceros información a un determinado paí­s respecto a contratos firmados por él mismo con otro hostil a éste. Utilizando esta treta logró, por ejemplo, firmar un importante contrato de suministros con Turquí­a que odiaba a Rusia, y otro con Rusia que compartí­a los mismos sentimientos hacia Turquí­a. Era un maestro a la hora de aprovechar la idea de que "tu enemigo siempre está mejor armado que tu".

Otro ejemplo de su valí­a como hombre de negocios es que consiguió un importante contrato con Gran Bretaña que temí­a la amenaza rusa sobre el Bósforo cuando, de manera sospechosa y oportuna el Times citó en un artí­culo que la marina rusa estaba armada con los revólveres Colt, fue entonces cuando por fin recibió pedidos oficiales de las autoridades británicas, que solicitaron 9.500 revólveres para la Marina y 14.000 para el Ejército.

Así­, paradójicamente al estallar la guerra de Crimea en 1854, los revólveres Colt armaron a las tropas inglesas frente a los Colt rusos que, a su vez, luchaban también contra los Colt turcos.

Para no ser descubierto fabricó todos los pedidos ingleses y turcos en su fábrica de Londres, mientras que los rusos fueron fabricados por armeros de Lieja (Bélgica) a los que Colt les cedió temporalmente la patente.

Al final la factorí­a de Inglaterra no le dio las alegrí­as previstas, pues debido a los informes favorables que se hicieron en dicha contienda sobre el funcionamiento de un nuevo revólver fabricado por el inglés Robert Adams (1809-1870), reforzados por los que lucharon en la rebelión de los Cipayos en la India, favorecieron la adopción de éste por el ejército británico. La diferencia que más pesó tuvo en su elección para sustituir al Colt residió en la rapidez de carga, pues con el Adams esta tarea se realizaba en 38 segundos frente a los 58 del Colt. Fue el fin de la fábrica Colt en Londres que se vio obligada a cerrar en 1857.

América, Inglaterra y Bélgica fueron los únicos paí­ses agraciados legalmente con la patente de los revólveres Colt. A pesar de ello, se hicieron muchas reproducciones en otros paí­ses entre los que nos podemos contar, así­ como en Austria, donde en un taller mecánico de Insbruck, se fabricó a partir de 1849, una versión más pequeña del Colt Modelo Dragoon y que fue adoptado por la Marina austriaca.

Más que un armero fue en realidad un aventurero y un gran empresario que contaba con unas dotes de ingenio y organización enormes. Fue tan grande el imperio que creó -se dedicó a otros muchos negocios aunque el que le dio la fama fue el de las armas- que serí­an necesarios varios libros para poder obtener una somera idea de la verdadera magnitud de su obra.

Samuel Colt murió muy joven a los 47 años, el 10 de enero de 1862. En aquel momento, era uno de los hombres más ricos y poderosos de
su paí­s, pero se encontraba psí­quicamente agobiado por la muerte temprana de sus hijos al poco tiempo de nacidos, agotado por exceso de trabajo y debilitado por sufrir de gota y un resfrí­o mal curado que comprometió su sistema respiratorio. También es muy posible que este cuadro general estuviese complicado por la existencia de una enfermedad venérea.

Su joven viuda, Elizabeth Jarvis Colt, una mujer de temperamento de acero y firmes convicciones religiosas, amante esposa y gran compañera, seguirí­a manejando los destinos de la firma hasta su muerte en 1905.

La fábrica continuó con la misma polí­tica comercial y de calidad que su fundador. Hoy en dí­a, con más de siglo y medio de existencia, sigue siendo una de las fábricas más importantes del mundo.