Por su reducido tamaño estas armas eran también conocidas en España como "pistolas de bolsillo". El cachorrillo de pistón tuvo un gran mercado a mediados del s. XIX, y debido a que las pequeñas dimensiones de estas armas transgredían la Ley, raramente incluyen marcas que identifiquen a sus fabricantes.
La gran totalidad de los cañones de los cachorrillos españoles y europeos -salvo los Británicos- eran fijos y por lo tanto de avancarga, por lo que, la pieza de esta colección, de fabricación vasca, tiene gran valor testimonial al ser de retrocarga. Fueron muy pocas las que se construyeron aquí con este sistema, también llamado de bala forzada, puesto que había que desenroscar el cañón cada vez que se procediese a su carga.
Los cachorrillos eran muy utilizados en los viajes donde, debido a su reducido tamaño, podían disimularse en el fondo de un bolsillo dispuestas a ser utilizadas a la menor eventualidad. Por entonces, el bandolerismo era una práctica bastante usual, con multitud de caminos poco transitados y frecuentados por soldados perdedores procedentes de las Guerras Carlistas, completamente desahuciados y decididos a cualquier cosa para poder sobrevivir.
En Europa, además de en España, tuvieron mucha repercusión en Inglaterra y en Bélgica. En Inglaterra, proliferaron los estuches que contenían una pareja de estas pistolas junto con sus accesorios, como si de un estuche de duelo en miniatura se tratase. Los fabricados allí solían tener las empuñaduras lisas, mientras que los belgas normalmente iban dotados de pistonera al final de la empuñadura cuya tapa normalmente iba profusamente decorada.
Con un cachorrillo de estas características se suicidó nuestro eminente articulista D. Mariano José de Larra en 1837.