Estos ingeniosos artefactos eran verdaderas trampas para cazar cacos, fueron numerosas las patentes que se presentaron, sobre todo en el mercado francés. a mediados del s. XIX.
Estos personajes esperaban que los propietarios se ausentaran del hogar para poder cometer tranquilamente sus fechorías. No se podían imaginar el susto, en el mejor de los casos, que les esperaba.
En un principio eran de fuego real, pero debido a los numerosos accidentes que causaron se creó una gran polémica -a veces los mismos dueños se olvidaban de desactivarlas- y Gran Bretaña fue el primer país que cambió la reglamentación, prohibiendo que fueran de fuego real y convirtiéndolas, cargadas sólo con pólvora, en armas de fogueo. Esto tuvo lugar a finales del s. XIX y fue asimilado por el resto de los países europeos.
Esta ingeniosa cerradura de alarma, marca Delator, fue patentada el 12 de Febrero de 1903 con el Nº 119.349 por el ingeniero D. Eulogio Charola y Urresti, persona que siempre estuvo vinculada al mundo de las armas, y copresidente de la firma Charola, Anitua & Cía. (1896-1918).
Su funcionamiento era sencillo; se introducen en las recámaras dos cartuchos de escopeta del calibre 12 y se colocan los disparadores en posición de disparo. Girando una llave salían dos barras de la cerradura que eran las que efectuaban los disparos. Éstas debían ser introducidas de nuevo a la vuelta del propietario si no quería llevarse un buen susto.
No se el número de estas cerraduras que se llegaron a fabricar, pero no debió de ser muy grande la cantidad debido a lo engorroso y poco fiable de su sistema. Ésta es el único ejemplar que conozco y está fabricada en bronce y hierro.
Según la factura que obra en mi poder, fue comprada por D. Juan Vázquez Pereiro, propietario de la Fábrica de Chocolates La Proveedora Gallega de A Coruña el 31 de Octubre de 1910 por un coste de 35 pesetas a D. Leopoldo Martínez López, propietario a su vez de la Ferretería El Candado, sita en la calle de San Andrés de esa ciudad.