J.M. Firearms Collection

CAÑÓN TRAMPA Colección de Jesús Madriñán

Datos técnicos
De herrería
Gallego
1890 - 1920
Fuwgo Central
Lisa
Durante el siglo XIX Galicia tenía una economía basada en la pesca, la agricultura y la ganadería y además, debido a su agreste orografía era, y sigue siendo, una de las regiones de España que contaba con una fauna más variada, entre la que no faltaban los grandes depredadores, como el lobo y el oso que solían buscar su estipendio entre los animales de granja, más fáciles de cazar, por lo que eran enemigos acérrimos del ganadero.

Dado que en sus comienzos la caza con arma de fuego era una actividad destinada a las clases más pudientes, los económicamente menos privilegiados se tenían que apañar con medios más artesanales; trampas a modo de redes, pozos y cepos eran sus herramientas habituales. Con la llegada de la retrocarga, y en especial del sistema Lefaucheux, los precios de las armas se abarataron y, por lo tanto, estas se hicieron más populares.

Comenzaron entonces las batidas para extinguir aquellas “alimañas”, pero aun así los grandes depredadores seguían siendo sus enemigos, ya que muchos de ellos eran de costumbres nocturnas, por lo que para defender a su ganadería tuvieron que pertrecharse con artilugios más o menos sofisticados, naciendo así las armas de fuego – trampa.

La que aquí presento tenía mucha aceptación en el norte de Portugal y en el sur de Galicia, sobretodo en la provincia de Pontevedra. Las fabricaban herreros de ambos países y luego las vendían en los pueblos el día del mercado. Las de la primera época eran del sistema Lefaucheux, mientras que las que se fabricaron a principios del siglo XX, como la de esta colección, eran de fuego central.

Estaban fabricadas totalmente en hierro y, debido a su larga vida a la intemperie, las que solemos encontrar los coleccionistas están normalmente en un estado deplorable. El mecanismo es muy simple, está compuesto por un cañón, un sistema de disparador y una pletina vertical acabada en punta que servía para fijar el arma clavándola directamente al suelo.

Por la parte posterior tiene una portilla que se apertura lateral por donde se introduce el cartucho, normalmente del 12 de postas. Una vez cargada, se anclaba el martillo percutor a una muesca que está unida con una barra que discurre por encima del cañón y de la cual sale un sedal que se fijaba tensado a una simple estaca, cruzando estratégicamente la senda por donde los animales solían dirigir sus ataques, y cuando uno de estos tropezaba con él, se liberaba el martillo produciéndose el disparo.

No se usaron exclusivamente para cazar animales de cuatro patas, sino que también fue muy popular para atrapar al “amigo de lo ajeno” hasta que la ley las prohibió.

¡Y nosotros gastándonos los cuartos en sirenas, focos y volumétricos...!

Jesús Madriñán